Hace pocos días un gran amigo tuvo un accidente que casi le cuesta la vida. Cuando lo visitaba me dijo unas palabras que me impresionaron: “Quiero recuperar el tiempo que les he robado a mis seres queridos”. El haber estado al borde de la muerte le hacía valorar momentos valiosos a los cuales no se brindó toda la atención que requerían.
Para centrarnos en lo esencial se debe trazar un plan de vida que permita avanzar en las distintas dimensiones de la persona: espiritual, psicológica y física. Para ello es importante distinguir lo que a veces consume nuestro día, pero que no es lo realmente importante. Algunas preguntas que pueden orientar nuestras decisiones son: ¿Dónde dedicamos la mayor calidad del tiempo en nuestro día? ¿Cuál es la razón última por la cual hacemos las cosas? ¿Cuánto de lo que hacemos nos acercan a nuestro ideal?
La plena realización del ser humano implica también ir trabajando en los distintos ámbitos de la vida: personal, familiar, laboral y social. Dichos ámbitos se relacionan entre sí. Es decir, si desatendemos el ámbito familiar necesariamente afectará nuestro desempeño profesional y viceversa. Es paradójico encontrar personas que son muy capaces, por ejemplo, en el trabajo, pero tienen notables carencias en relacionarse de manera auténtica con sus seres queridos.
El ser humano siempre está en búsqueda de la felicidad. Este horizonte a conquistar requiere empezar por el ámbito personal poniendo un cimiento sólido sobre el cual construir la morada donde acoja a todas las personas que forman parte de nuestra vida y así proyectarse rectamente en la vida laboral y social.